La segunda opción era un clásico de las jubilaciones, un reloj. Es algo que no entiendo muy bien porque a los jubilados se nos regala un reloj, si a partir de ese momento el horario nos importa poco o nada. Si acaso para recoger a los nietos ! Es que tiene alarma ! Pues por eso tampoco, fueron muchos años asfixiado por un horario y ahora, dije, me levantaré cuando me lo pida el cuerpo o mi wife.La tercera opción, sin duda la mejor, era que pidiera yo lo que quisiera y, visto el presupuesto, mi elección fue un carro eléctrico. Había llegado un momento en el que había que dejar de “tirar del carro”, en todos los sentidos, y así lo hice. Desde ese día, desde que me jubile, cuando juego al golf voy detrás del carro y no delante, y aunque pueda parecer un juego de palabras es algo más. Ir detrás del carro te da status. Puedes caminar con la cabeza levantada y no agachada mirando al suelo. Observas todo lo que pasa, vas seleccionando el palo que vas a jugar en el próximo golpe y cuando llegas a la bola lo haces sin resoplar. Una delicia.
Pero pensando en ello me he dado cuenta que, además de todo lo contado, mi carro eléctrico me conoce mejor que nadie, siempre hablando de golf. Llevo 5 años jubilado y juego entre 2 y 3 veces a la semana. Pongamos de media 2,5 veces. Si el año tiene 52 semanas, vienen a ser unas 130 veces al año, que en 5 años representan 650 vueltas. Si cada en cada vuelta camino unos 10 kms. significa que el carro y yo, hemos andado juntos 6500 kms. 3 veces la distancia de ida y vuelta Coruña-Barcelona, eso andando porque en coche hemos recorrido muchísimos más, cálculo unos 30.000. Muchos kilómetros para no conocernos perfectamente.
Por todo eso, Mi carro sabe perfectamente cuándo tengo hambre o sed. Cuando llueve o hace Sol. Cuando tengo frío o calor. Cuando voy bien o cuándo voy cansado, sí juego en el campo de siempre o en uno desconocido. Si estoy jugando bien o mal, fundamentalmente porque cuándo juego mal los palos los lanzo al fondo de la bolsa. También tiene esa información por el número de bolas que utilizo. Me da más información que un caddy profesional. Se ha hecho muy amigo de mi bolsa, de mis palos, en muchas ocasiones duermen juntos varios días. Sabe todo de mi, si soy ordenado, limpio, previsor, si estoy dispuesto a solucionarle todos sus problemas con celeridad antes de que se produzcan averías… por esa sintonía le he alquilado un apartamento en donde descansa acompañado de mi bolsa, de mis palos y de la toalla ( por cierto que de esto si se queja el carro ya que la toalla es la misma desde hace meses y huele más a campo que la Marela ). Mi carro se merece ese privilegio, no el de la toalla, y no tenerlo plegado como un muñeco de José Luis Moreno en una esquina de un garaje o trastero.
Así que no ser malos compañeros y darle al carro lo que se merece, un baño de aire y mucho cariño.