HANDICAPS BAJOS

Los compañeros de partida son muy importantes en el golf, la diferencia entre compartir partida con personas agradables o no, es determinante para nuestro juego y, sobre todo, para pasar un buen rato, 4 horas es mucho tiempo para ir a disgusto.

Yo, como todos, tengo jugadores preferidos y otros con los que jugar me resulta un sacrificio. Dentro de estos últimos incluyo a los hándicaps bajos y llamo bajos a los de 5 ó menos. Y me explico.

El hándicap bajo tiene la necesidad de ir a cara de perro durante toda la partida. Tiene que hacer una tarjeta sin dobles bogeys y con muy pocos bogeys. En definitiva o birdies o pares como mal menor.

Así es que cuando llegas al tee de salida los identificas perfectamente. Escudo de la Federación de Golf en el polo y en la bolsa, gorra de marca sujeta con gafas de Sol, generalmente, con los cristales en el occipucio y un swing de prácticas asesino de mosquitos.

Te saludan educadamente pero de forma muy circunspecta. Todo se desarrolla de una forma muy profesional. Nadie hace un comentario que pueda influir en la concentración de estos jugadores. Sacas el móvil del bolsillo y lo dejas en la bolsa, apagado, no vaya ser que te llamen y suene Satisfactión de los Rolling.

Cuando dan buenos golpes, que son los más habituales, no los celebran ya que eso no es noticia, por el contrario cuando son malos tú ni te enterarías si no fuera por sus gestos. Esos golpes “malos” serían buenísimos para mí,  pero yo juego a otra cosa.

En el tee de salida siempre salen de primeros. Le zurran duro a la bola y esta parece llevar propulsión extra. Inicialmente sale baja para acelerar después de 30 metros y coger más altura. ¿Viste por donde cayó? Desde luego en la calle, pero no me pidas que la vea, después de los primeros 100 metros sólo veo bultos.

Sin querer y sin que ellos hagan algo reprobable, tú te sientes hormiga. Te sacan 70 metros o más en las salidas, alcanzan de 2 golpes los greenes en los pares 5, y no necesitan 2 putts en muchos hoyos para embocarla.

Los ves sufrir, no sabes en donde situarte en los greenes. ¿Delante, detrás? No te mueves, no hablas, no respiras, no jadeas. Andas, cuando ellos andan y te paras cuando ellos lo hacen.

Antes de dar un golpe sacan el medidor, tiran hierbas al aire, se adelanten unos metros para observar el terreno. Introducen en su ordenador personal todos esos datos y algunos más. Retiran un hierro de la bolsa, dudan, cogen otro. Echan una pequeña siesta encima del palo antes de hacer un swing perfecto, y el resultado es buenísimo.

Recorren los greenes de arriba abajo, lateralmente, se agachan en todos sus lados. Observas que llevan un muñeco hinchable en el bolsillo de atrás al que le asoma una mano. A la bola le dan más lustre que el que reciben muchas patenas. Colocan la bola con mimo sobre el green, acariciándola con sus dedos. Ya de pie, puestos a la bola y después de una estudiada rutina, mueven más la cabeza que los espectadores de un partido de tenis cuando jugaba Arancha, pero no se marean y cuando golpean la bola, ésta emprende el camino con un único destino, el hoyo. Una maravilla.

El problema es que después vas tú, que estabas más cerca porque ya habías tirado un primer putt, y vas a necesitar, como mínimo, otros 2 para embocarla.

Cuando tienes dudas sobre cómo actuar o interpretar una regla del juego, miras para ellos solicitando su aprobación. Has perdido la iniciativa no das una. Es una situación parecida a cuando llegabas a un campo de fútbol y te invitaban a jugar porque les faltaba un jugador. O terminabas de portero o de extremo izquierdo cuando no de árbitro.

En definitiva jugar con hándicaps bajos te da la oportunidad de disfrutar con su juego pero no con el tuyo y como yo prefiero lo último, dejo ese otro disfrute para el salón de mi casa.