EL GOLF VISTO POR UN SENIOR

Jugar al golf como senior es disfrutar del juego de otra forma. Puedes jugar y al mismo tiempo hablar de muchos temas comunes. ¿Tu cuántas pastillas tomas? o ¿Que tal tus nietos? Te das cuenta que cada día dominas más el juego y que te sobran palos. El 3, el 4 y el 5 los llevas de adorno, los podrías vender como nuevos. Notas que tienes más habilidad para sacar la bola del hoyo con el putter que para meterla y hasta has cambiado la forma de caminar por el campo. Antes tirabas del carro, ahora es el carro el que tira de ti. Cuando no conduces un buggy haciendo pequeñas travesuras.

 

Últimamente noto que cada día cojo el palo más abajo. ¿Por qué será? Y los greenes suelo peinarlos con mis zapatos Callaway. Donde más se nota que vas “senior” es a la hora de analizar las caídas de los greenes. Antes te agachabas detrás de la bola, incluso te acostabas y ahora levantas el putter como un péndulo y guiñas un ojo. El caso es que entre las gafas bifocales y guiñar un ojo, no ves nada y tiras el putt por donde te parece que no suele coincidir con el lugar donde está el hoyo

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A veces comentamos de asuntos que ya teníamos olvidados. De la mili, de la OJE, de Ramallets, de Raquel Welch, de Pepe Iglesias “el zorro” (curioso al otro Iglesias también se le llama el zorro) o del pobre Fernández del que nunca más se supo.

 

Otra cosa que nos identifica como seniors es el ahorro. Afilamos los tees de salida, otros incluso los atan a un objeto, van desde un arregla piques a un calzador, el caso es no perderlo no vaya a ser. Jugamos con bolas usadas porque las nuevas las tenemos almacenadas en casa por si, en un futuro…, ya me dirás, existe una ocasión especial para jugarlas. Con toda seguridad formarán parte de nuestro legado, serán de las pocas cosas que dejemos nuevas.

 

En definitiva ocupar esta categoría es participar en algo distinto. Desde luego más divertida . En los vestuarios observas como el personal se viste con sumo cuidado y que unos ayudan a otros, sobre todo a la hora de calzarse. Otra cosa en que se nos nota la categoría en que no necesitamos ninguna crema para ahuyentar los insectos, estos simplemente nos ignoran. Y cuando terminamos y nos vestimos ya no necesitamos peinarnos, con acomodar los pelos que nos quedan es suficiente.

 

No quisiera dar la impresión de que ésta categoría está decrépita. Yo, os lo aseguro, disfruto como un condenado y prueba de ello son estas reflexiones.